Mar Bayona | Escritora | Aroma de Letras

Un día cualquiera. Una tarde más. Otro café, y ya van cuatro seguidos. Los nervios a flor de piel y la impaciencia recorriendo el cuerpo.

La cafeína hace su efecto, da el último impulso que necesita Elia para tomar la decisión más difícil: escapar de todo, huir para comenzar de nuevo.

Un sorbo al café ardiendo que ya no quema su lengua porque ya nada puede hacerle daño. Tanto tiempo engañada, rendida, mintiéndose a sí misma para no querer ver lo que tiene ante sus ojos. 

Su vida vacía, sin sentido, repleta de mentiras y gritos que la empequeñecen. 

Otro sorbo, café solo, sin azúcar. El sabor amargo estimula su estómago, lo nota rugir con furia, esa furia que tanto ha necesitado en su vida y que no ha encontrado hasta ese momento. Elia no quiere llorar más, solo desea dejar de sufrir, porque la vida no le va a doler más, se niega en rotundo a que ese sea su futuro.

En todos los lugares ve frases empoderantes para seguir adelante, frases que le resuenan pero que no van con ella porque Elia no llega a tener la fortaleza que desprenden: “Tú puedes con todo”. “Ámate a ti misma”. “Tus sueños están al alcance de tu mano”.

Y una mierda, piensa Elia casi derrotada.

Pero otro sorbo al café le hace sentir que ha llegado el momento, el momento de luchar por ella, de seguir adelante, de dejar atrás los golpes y la maldita vida de engaños. Para seguir adelante debe dejarlo atrás.

El último trago, el más amargo, el del último café en esa casa de horrores. Deposita la taza sobre el mármol de la cocina y se acerca a la puerta para partir hacia un nuevo futuro, desconocido pero mucho más prometedor que lo que queda atrás. 

Se permite girar la cabeza una última vez antes de partir. Sin remordimientos, dibuja una leve sonrisa al ver el cuerpo de él tendido en el suelo sobre un charco de sangre reseca.